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El rey iba todos los días a adorar a Bel; pero Daniel adoraba a su Dios. Por eso, un día el rey le preguntó a Daniel:

—¿Por qué no adoras a Bel?

Daniel le respondió:

—Yo no adoro ídolos hechos por la gente. Yo sólo adoro al Dios vivo, que ha hecho el cielo y la tierra, y es el dueño de toda la humanidad.

—¿Así que no crees que Bel sea un dios verdadero? —preguntó el rey—. ¿No has visto lo que come y bebe todos los días?

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